Si hay algo de lo que dependa tu diversión cuando haces surf, está muy claro que es del viento. Primero porque hace falta mucho viento para que se puedan generar olas surfeables y segundo quieres que desaparezca cualquier atisbo de viento ese día que puedes ir a surfear, quieres que esté glassy y para eso no se puede mover ni una gota de aire.
Todo buen surfer que se precie mira dos cosas esenciales en la previsión. La primera de ellas es sin duda el archiconocido Swell, y la segunda es el viento. La primera depende del viento en alta mar y la segunda es el viento que hará en la costa cuando lleguen las olas.
Las mejores condiciones se consiguen cuando el viento en alta mar pega muy fuerte, durante mucho tiempo y a lo largo de muchos kilómetros generando ondas enormes que viajaran cientos de kilómetros y justo cuando llegan a la costa no se mueve la más mínima brisa. Como toda convivencia pasional el viento y el surf tienen una relación amor-odio profunda, “No pares! Dale fuerte!”, “No! Ahora no! Déjame que no quiero verte!”.
Aunque lo mejor es no tener nada de viento, esto no es tan habitual como nos gustaría, más bien puedes contar casi con los dedos de la mano las veces que has hecho surf con nada de viento. No obstante, es cierto que durante el amanecer y el anochecer el viento tiene su mínima expresión con respecto al resto de momentos del día.
Con viento podemos clasificar las condiciones de tres maneras: