Mamá, papá ¿de dónde vienen las olas?

Pues no, esta vez la respuesta no es París.

Olas. No hay nada como tumbarte encima de la tabla lejos del lineup, dejarte mecer por las ondas del mar mientras tu imaginación se pierde entre las nubes del cielo y cerrar los ojos un momento. Sentir esa ola que te eleva mucho más que las demás que te hace despertar de tu letargo porque ya sabes que ahí viene. La serie. Tienes 12 segundos para coger la siguiente, remas todo lo que puedes hasta que notas esa sensación, como te empuja, y ya sois uno, te vas con ella. Te levantas y tu mano quiere acariciar la pared con los dedos, sientes toda esa energía acumulada y transportada cientos de kilómetros hasta llegar a la costa y justo una centésima antes de que se extinga te despides volando por encima de su labio.

Sólo el Sol puede ser tan generoso como para regalar tal cantidad de energía. Inti para los quechua, Tonatiuh para los aztecas, Ra para los egipcios, la fuente de vida desde los últimos 3.000 millones de años de historia de la tierra, que calienta a la atmósfera y hace que gire en círculos tan rápido que origina el viento. Viento que riza la superficie del mar. Rizos que cambian la presión del aire cuando el viento los acaricia y producen ese sube y baja que se transmite por el océano igual que cuando un niño agita una cuerda largísima. Cuanto más tiempo sople el viento en la misma dirección, más grandes serán las olas. Y cuanto más lejos viajen, más separadas llegaran a la costa. Parece simple pero es un proceso complejo que se retroalimenta decenas de kilómetros en mar abierto y casi siempre ocurre en los mismos lugares. Dos bandas mágicas que rodean nuestro planeta, una al norte y otra al sur entre los paralelos 40 y 60. Aquí abajo podemos ver la que se lía en verano en hemisferio sur! Después de toda esta chapa no sé que haces todavía ahí, vete a surfear!!